Pasear por las calles era un poco peligroso porque la nieve acumulada en las aceras se había endurecido y helado y mantener el equilibrio era un auténtico logro. Pero merecía la pena. Las estampas de esos rascacielos emergiendo desde los parques nevados no tenían precio para el objetivo de nuestra cámara. Ya desde el aeropuerto disfrutamos con las imágenes de la pista nevada, las casas unifamiliares rodeadas de nieve, las vías del tren con restos... No era el temporal al que nos tienen acostumbradas las televisiones cada año, pero sí había la suficiente nieve como para cambiar la imagen del paisaje sin impedirnos disfrutar del viaje.
Hasta la Estatua de la Libertad lucía decorada en su base por los restos de nevadas anteriores, concediéndole una imagen muy especial. Lo mismo que la preciosa vista que hay desde Brooklyn de los rascacielos de Manhattan, que con la nieve caída lucían de una forma espectacular.
La verdad es que había merecido la pena arriesgar (porque en esa época lo podíamos haber pasado realmente mal con las inclemencias climatológicas) porque disfrutamos de un Nueva York diferente, desconocido para nosotros, pero como siempre apasionante.
Ahí os dejamos un álbum de fotos:
Nieve en Nueva York |
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