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A la hora de buscar alojamiento la situación era un poco complicada. Las únicas localidades cercanas al lugar, Mexican Hat y Kayenta, estaban a más de 40 kilómetros y el único establecimiento cercano al Parque Navajo era un complejo hotelero llamado Gouldings Lodge. Ya se sabe que los hoteles situados en lugares privilegiados son prácticamente inalcanzables, pero ahí es donde entra la suerte de viajar contracorriente. De los más de 200 dólares que cuesta una habitación en temporada alta y en la que hay que reservar con meses y meses de antelación, nos encontramos con que en febrero hay muchas habitaciones disponibles al bonito precio de 80 dólares. Qué más se puede pedir.
El lugar estaba situado de forma estratégica. Protegido por un montículo que recordaba a las formaciones que estábamos acostumbrados a ver en las fotos sobre este mágico lugar, se alzaban varios edificios donde no faltaba de nada. Un bloque dedicado a las habitaciones, cómodas aunque sin muchas pretensiones, otro edificio donde se encontraba el restaurante, en el que cenamos varios típicos, grasientos y deliciosos platos del lugar, una tienda de recuerdos donde picar, un enorme supermercado en el que no faltaba de nada (como suele ser habitual en Estados Unidos), un pequeño teatro donde se realizaban representaciones vaqueras y una sala de ocio en la que había conexión a Internet. No se podía pedir más sin estropear el idílico escenario.
De frente y en el horizonte se alzaban las formaciones que componen Monument Valley, un parque navajo, propiedad de los indios, que no está incluido en el National Park Pass (vamos que hay que pagarlo aparte, para que no os pille de sorpresa). Así que con esa vista en lontananza, tuvimos que hacer el esfuerzo de madrugar para ver la salida del sol. Un espectáculo que mereció la pena, la verdad.
Una vez tiradas mil fotos al horizonte y desayunados, tocaba investigar por el lugar antes de partir de excursión a Monument Valley. El complejo no podía estar más acondicionado al más puro estilo de las películas de vaqueros. Hay que explotar la gallina de los huevos de oro y ya que a John Ford le dio por venir a grabar sus películas aquí, tocaba sesión doble de John Wayne. Algo de artesanía india para completar la oferta y una diligencia para las fotos y el resultado complacía al visitante, que se iba con una sonrisa de oreja a oreja, síntoma de que había disfrutado.
Bromas aparte, lo cierto es que el lugar es idóneo para la visita a Monument Valley. Si consigues un buen precio, despertarte a tiro de piedra del parque y disfrutando de esas magníficas vistas es un regalo para el viajero. Muy recomendable.
P.D. Las cosas como son. En diciembre de 2008, casi dos años después de nuestra visita, se abrió The View, un hotel en pleno corazón de Monument Valley. Un lujo para el que quiera pagar entre 215 y 300 euros.
Ahí os dejamos un album del lugar:
Durmiendo en Monument Valley |
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