martes, 23 de marzo de 2010

Un oasis en mitad del infierno de Death Valley


Death Valley, del que en otro post hablaremos con detalle, hace honor a su nombre. Durante nuestra visita el pasado agosto de 2009 llegamos a alcanzar temperaturas de 50 grados centígrados, lo que animaba a buscar un refugio donde entrar en... frío. Una de las atracciones más curiosas del parque nacional más grande de Estados Unidos sin contar Alaska es el Scotty's Castle. A pesar de su nombre no se trata de un castillo sino de una mansión de estilo español que parece haber sido trasladada a este lugar por unos extraterrestres. No tiene ningún sentido su presencia en estos parajes. Si no hubiéramos sabido de su existencia, habríamos pensado que era un espejismo.


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Después de recorrer los más de cien kilómetros que nos separaban de la mansión nos llevamos una sorpresa tremenda al ver en lo alto la espectacular casa de Scotty. El tal Scotty era un aventurero y embaucador que, tras trabajar en el espectáculo de Buffalo Bill, había decidido buscar oro en Death Valley, repitiendo el camino recorrido por numerosos exploradores en la época de la fiebre del oro. Walter Scott, que era su verdadero nombre, consiguió engañar a un mecenas, Albert Johnson, para que invirtiera en su agotado filón. Johnson quedó prendado con la personalidad de Scotty y se decidió a construir una mansión a la que acudía en sus periodos estivales desde Chicago.



Este magnate de los seguros permitió a Scotty vivir en el rancho a pesar de que la explotación no daba ni un solo gramo de oro.



Ahora los turistas pueden escuchar las historias sobre Scotty y Albert Johnson de boca de las guías ataviadas de época y que narran curiosidades como el temor que tenía el primero a ser atacado y como había dispuesto una pieza de metal que le permitiera disparar y que la bala se desviara hacia el atacante que le esperaba fuera a un lado de la puerta (como se puede ver en la imagen inferior).



La excentricidad con la que se construyó la mansión incluía multitud de tapices, porcelanas, armarios, puertas talladas, cristalerías, vajillas... Pero sobre todo este lujo destaca un elemento extraordinario. Se trata de una orquesta virtual formada por un órgano y un piano mecánico que se programaban y tocaban solos multitud de partituras creando un ambiente extraordinario. La sala que lo acogía tenía una sonoridad perfecta. Era fruto del delirio de un loco, más propio del Rey Loco, Luis II de Baviera.



Un lugar curioso, digno de ver sobre todo por lo que le rodea, miles de hectáreas de tierra, sal, rocas... lo más parecido al infierno, pero con una mansión y un oasis más propios del sueño de un loco que de la realidad.


Ahí os dejamos el correspondiente álbum de fotos:
Un oasis en mitad del infierno de Death Valley

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