miércoles, 17 de marzo de 2010

El atascazo de los bisontes


He de reconocer que viviendo en Madrid ya debería estar acostumbrado a los atascos, pero cuando estoy de vacaciones admito que me saca de mis casillas perder el tiempo parado metido en un coche. Pero si encima lo pierdo estando en unos de los parajes más maravillosos que hemos visitado, el cabreo se multiplica por cien. Esto es lo que me ocurrió el primer día de nuestra visita en agosto de 2009 al Parque Nacional más espectacular y grandioso de los que hemos visitado, Yellowstone, sólo comparable con el Gran Cañón de Colorado.


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Recorríamos los aproximadamente 80 kilómetros que separan Cody, la patria chica de Buffalo Bill, de una de las entradas al parque a primera hora del día. Nuestro plan de visita para esta primera jornada era muy ambicioso e incluía regresar a tiempo de ver por la noche un espectáculo muy del oeste: un rodeo (manda narices que pocos meses después los vaqueros se desplazaran a Madrid, donde repetimos).



Así que no convenía perder mucho tiempo. Pero de repente surgió lo inesperado. Aunque en el parque no se pueden superar las 50 millas por hora, el ritmo de los vehículos que nos precedían disminuía alarmantemente hasta detenerse por completo. Una parada momentánea, pensamos. Craso error. Pasaban los minutos y ahí no se movía nadie. Empezamos a impacientarnos. Caravanas hay muchas en esta parte de Estados Unidos, pero un atasco era lo último que pensábamos encontrarnos en medio de la naturaleza más salvaje.



Los ocupantes de otros coches se bajaban de sus vehículos y miraban al horizonte sin encontrar el motivo del atasco. Nosotros tratábamos de observar a lo lejos el responsable de este caos sin éxito. ¿Un accidente? ¿Un desprendimiento? Nos estaban tirando por tierra todas las previsiones. Poco a poco avanzábamos algún metro mientras en el carril contrario de vez en cuando cruzaba algún vehículo, por lo que descartamos el derrumbe como causa de este desastre. Tras casi una hora avanzando a cuentagotas, al girar en una curva encontramos el motivo del colapso: bisontes.


Estos animales campaban a sus anchas por los lados de la carretera mientras los domingueros de turno paraban sus vehículos en  mitad del camino taponando al resto para sacar fotos, grabar en vídeo, lanzar gritos a los animales... Y así un coche tras otro. Reconozco que, como ya habíamos visto de cerca a estos animalitos en las Badlands en Dakota del Sur el año anterior, no nos llamaban tanto la atención, pero aunque fuera la primera vez que los veíamos, era la leche la parsimonia con la que los turistas se tomaban el asunto. Vamos, que aún podíamos estar ahí. Nos encanta disfrutar de la naturaleza, pero sin aguantar un atasco más propio de la M-30 en hora punta.


Ahí os dejamos un álbum de fotos:
El atascazo de los bisontes

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