sábado, 13 de marzo de 2010

Visita obligada a los baños de Budapest

Budapest, una ciudad preciosa y muy recomendable, posee unas características similares a la de cualquier gran capital centroeuropea. Por supuesto que tiene sus rasgos distintivos, como los tienen Viena o Praga, pero si hay algo que las diferencia totalmente de éstas y que a nosotros nos pareció su reclamo más espectacular son... ¡sus baños! La existencia de aguas medicinales y termales convierte a esta ciudad húngara en un auténtico balneario de dimensiones extraordinarias que provoca que sus ciudadanos inicien la jornada con un baño reparador a primera hora del día antes de dedicarse de sus ocupaciones.



Cuando viajamos a Budapest en 2006 teníamos nuestras reticencias a pasar por estos baños termales. Nuestro viaje iba a apretado porque tras Budapest aún queríamos visitar Viena y alguna localidad de los alrededores, por lo que pensábamos que podía ser una pérdida de tiempo, ya que al fin y al cabo no dejaban de ser unas aguas termales. Craso error. Menos mal que algo nos hizo entrar en razón y decidimos visitarlos. Fue pasar unas horas en unos y repetir un día después en otros.


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Aunque la fama mundial se la llevan los Gellert, aquellos que servían de escenario hace unos años a un anuncio de Danone, el consejo de una amiga, que había estado en una boda con lugareños un tiempo antes, nos llevó a probar fortuna en los baños Szechenyi, situados en un edificio neobarroco. En la puerta estaba la tabla de precios, que advertia que por estar una hora te devolvían parte de la entrada. Dijimos, bueno, una horita y eso que nos ahorramos. Nuevo error, nos pasamos cinco y casi tuvieron que sacarnos con espátula.

El agua, la más caliente de todo Budapest según rezaba la guía, salía a unos 74 grados centígrados a la superficie (me imagino que se enfriaba algo por el camino porque si no, no estaríamos contándolo ahora). Había dos zonas. Una en el exterior donde existian tres piscinas: una para nadar, otra para relajarse y hasta jugar al ajedrez y una tercera donde había chorros para arreglarse los males de espalda y articulaciones. En el interior se pasaba de una poza a otra con cambios bastante acusados de temperatura, de helada a muy caliente.



Con el cuerpo bastante remojado, abandonamos estos espectaculares baños diciendo que teníamos que repetir. Y dicho y hecho. Al día siguiente decidimos visitar los Gellert, (hotel balneario por cierto) más famosos y... decepcionantes. Desde luego la piscina del anuncio es de postal, con sus columnas y su terraza. Pero hay muchas menos piscinas y en las interiores hay que separarse entre hombres y mujeres y en ambas zonas, por lo que nos contamos al salir, los lugareños no tienen ningún pudor en mostrar sus vergüenzas con el consiguiente repelús al meterse en el agua.

En la zona exterior existe una piscina con olas que le da ese plus de divertimento, pero si tuviéramos que elegir uno de los dos nos quedamos con los Szechenyi. Eso sí, si vais a Budapest por nada del mundo os saltéis esta parte del viaje. Sería un delito.

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